Hace 2200 años Platón decía:”La disposición emocional del alumno determina su habilidad para aprender” (Ibarrola, 2003). Teniendo en cuenta esto y partiendo de la necesidad de los padres de educar a personas capaces, autosuficientes y felices, debemos de prestar atención, no solo a los aspectos cognitivos, sino a los emocionales, ya que el sistema de control emocional quizá esté inmaduro, pudiendo perjudicar los logros de una persona altamente inteligente. Las emociones pueden ser más fuertes que el pensamiento, legando incluso a anularlo.

Además ya se han comprobado, que la falta de inteligencia emocional pude influir de forma negativa en muchas situaciones o conductas. En un estudio de Fernández-Berrocal y Ruiz (2008) sobre la Inteligencia Emocional en la educación, se establecen una serie de relaciones entre el desarrollo de la inteligencia emocional (I.E.) y la mejora de ciertas conductas problemáticas entre los estudiantes. Estas relaciones son:

  • I.E. y las relaciones interpersonales. Una alta I.E. nos permite manejar bien los estados emocionales, además también permite extrapolar estas habilidades a las emociones de los demás, realizándose una mejora en la calidad de las relaciones interpersonales, tanto en el área familiar-afectiva, social como laboral-profesional.
  • I.E. y bienestar psicológico. Una mayor I.E. permite un número menor de síntomas físicos, menos ansiedad social y depresión, mayor utilización de estrategias de afrontamiento activo para solucionar problemas y menos rumiación.
  • I.E. y rendimiento académico. A través del buen estado psicológico y la capacidad de afrontar y solucionar problemas. De este modo la I.E. podría actuar como moderador de los efectos de las habilidades cognitivas sobre el rendimiento académico.
  • I.E. y aparición de conductas disruptivas. Escaso nivel de I.E. es un factor clave en la aparición de conductas disruptivas, ya que existen mayores niveles de impulsividad y peores relaciones interpersonales, favoreciendo a el desarrollo de conductas antisociales y autodestructivas tales como el consumo de tabaco, alcohol o drogas ilegales, etc.

Para ir concretando la forma de llevar a cabo una educación que desarrolle la inteligencia emocional, partiremos describiendo las características propias de este tipo de inteligencia. De los ocho tipos de inteligencias que definió Gardner, dos de ellas, denominadas inteligencia intrapersonal e inteligencia interpersonal llamaron la atención de Peter Salovey y John Mayer, los cuales definieron sus competencias presentándolas bajo el término “Inteligencia Emocional”: "una forma de inteligencia social que implica la habilidad para dirigir los propios sentimientos y emociones y los de los demás, saber discriminar entre ellos, y usar esta información para guiar el pensamiento y la propia acción" (Ibarrola, 2003).

 

 

Algunas de las competencias o habilidades que definen la I.E., y que se deben ir adquiriendo son disponer de una conciencia emocional, poseer una adecuada valoración de sí mismo, así como autoconfianza, capacidad de autocontrol, poder comunicarse correctamente, establecer buenos vínculos sociales, desarrollar la colaboración y la cooperación, y especialmente desarrollar la empatía. Definimos estas competencias, las cuales definiremos como un conjunto de conocimientos, capacidades, cualidades y comportamientos que favorecen al éxito en algún aspecto de la vida o en la ejecución de una determinada tarea.

 

Dichas capacidades están relacionadas con la inteligencia interpersonal (la forma en la que nos relacionamos con los demás) y la inteligencia intrapersonal (relacionada con el modo de relacionarnos con nosotros mismos) Según diversos autores las principales características de la inteligencia emocional son (Teruel, 2000 e Ibarrola, 2003):

  • Autoconsciencia o conocimiento de uno mismo: es la capacidad de reconocer y entender las emociones de uno mismo, las fortalezas, las debilidades, los estados de ánimo e impulsos, así como el efecto que éstos tienen sobre los demás.
  • Autorregulación o autocontrol: es la habilidad para controlar o dirigir nuestros impulsos y emociones dándole una salida adecuada en distintos momentos. Permite conocer qué ocultan los sentimientos y afrontar así mejor los miedos, tristeza, dolor, etc.
  • Automotivación: es la habilidad de estar en un estado de continua búsqueda y persistencia en la consecución de los objetivos. Aumenta la capacidad de esforzarse por aquello que importa y sentirse al mismo tiempo capaz de conseguirlo, haciendo frente a los problemas y encontrando soluciones.
  • Empatía: es la sensibilidad hacia los sentimientos de los demás, sus preocupaciones las necesidades, poniéndose en su lugar, y responder correctamente a sus reacciones emocionales.
  • Habilidades sociales o destreza social: es el talento en el manejo de las relaciones con los demás, entender el sentido de sus actos, y en saber influir con nuestra conducta en ellos.
  • Bisquerra (2009), establece un modelo de competencias emocionales basándose en las principales características de la inteligencia emocional descritas anteriormente, pero organizadas en lo que el denomina “pentágono de competencias emocionales”, las cuales están divididas en cinco bloques, completándose cada uno de ellos en aspectos más específicos denominados microcompetencias. Este modelo se presenta de forma más completa, por lo que permite trabajar la educación emocional de forma más operativa y eficaz. Las diferentes competencias son:
  • Conciencia emocional. Este equivaldría a la característica de autoconsciencia y engloba aspectos como la toma de conciencia de las propias emociones, dar nombre a las emociones, comprensión de las emociones de los demás y tomar conciencia de la interacción entre emoción, cognición y comportamiento. Se puede decir que la conciencia emocional es el primer paso para poder pasar al resto de competencias.
  • Regulación emocional. Este bloque hace referencia a la autorregulación, y comprende aspectos como expresión emocional apropiada, regulación de emociones y sentimientos (impulsividad, tolerancia de frustración, perseverar en el logro de los objetivos o diferir recompensas), habilidades de afrontamiento y capacidad para autogenerar emociones positivas.
  • Autonomía emocional. Esta competencia que se podría estar relacionado con la automotivación, pero engloba de forma más detalla aspectos como la autoestima, la automotivación, autoeficacia emocional (sentirse capaz), responsabilidad, actitud positiva, análisis crítico de las normas sociales (mass media, estereotipos, etc.) y resiliencia (capacidad de una persona para enfrentarse a condiciones adversas).
  • La competencia social, la cual se equipara con las habilidades sociales y la empatía. Esta competencia implica dominar las habilidades sociales básicas (escuchar, dar las gracias, saludar, pedir disculpas, etc.), respeto por los demás, practicar la comunicación receptiva (comprender a nivel verbal y no verbal a los demás), practicar la comunicación expresiva, compartir emociones, comportamiento prosocial y cooperación, asertividad, prevención y solución de conflictos t capacidad para gestionar situaciones emocionales.
  • Y por último competencias para la vida y el bienestar. Estas competencias permiten organizar nuestra vida de forma sana y equilibrada, proporcionando situaciones de satisfacción y bienestar. Estas competencias tienen que ver con la toma de decisiones, fijar objetivos adaptativos, buscar ayuda y recursos, ciudadanía activa, participativa, activa, responsable y comprometida, bienestar emocional y fluir.

 

Todas estas competencias muestran una serie de competencias que se deben trabajar para poder desarrollar una inteligencia emocional positiva, pero para poder alcanzarla es necesario de un proceso de formación o educación que facilite o guie por los puntos más relevantes y fundamentales, para ir adquiriendo de forma gradual dichas competencias. El punto principal es ser conscientes de nuestras emociones y de los demás, comprender como actúan y a qué situaciones nos llevan, y poder así redirigirlas para lograr de la mejor forma nuestros objetivos.

Los beneficios de la educación emocional son evidentes, ya que permite conocer con mayor profundizad a los demás y mejorar de este modo las relaciones con la familia, amigos o cualquier otro agente social. Pero también permite que las personas se conozcan y acepten a sí mismas, mejorando notablemente su estado mental y creando personas más libres y felices. Por estas razones es fundamental la educación de la inteligencia emocional, esto es, educando con inteligencia emocional.