Trabajos de investigación y sus resultados  sugieren que aunque existen obstáculos coincidentes entre profesores y representantes de asociaciones de madres y padres de alumnos, también es común atribuir, en mayor o menor medida, la responsabilidad de que mejore esta relación al “otro”. Los docentes creen que los padres y las madres se deben implicar en su justa medida, medida que cada docente puede establecer,
y por tanto sin excederse. Y las familias no siempre detectan el grado adecuado de implicación. Como nos indica un padre: ¿hasta dónde implicarse?
Por parte de los padres no se sabe hasta qué punto es correcto implicarte, hay miedo a invadir el terreno profesional del profesorado. Por parte de los maestros, hay miedo a que no sea respetado su criterio profesional. Habría que meditar sobre este tema e intentar poner una solución, una especie de filtro en esa línea tan fina que existe entre lo correcto y lo incorrecto. Sobre todo hace falta mucha información y facilitar que todo el mundo la reciba. Estoy convencida de que es más fácil motivar a la gente por medio de charlas personalizadas que por la información escrita.
La diversidad de intereses, expectativas, representaciones mutuas, resistencias… de progenitores y docentes convierte esta realidad en compleja y dominada, como hemos mencionado, por las desconfianzas, las incertidumbres y las amenazas mutuas constantes de invasión del territorio ajeno.